"Hemos venido a este mundo como hermanos; caminemos pues, dándonos la mano y uno al lado del otro." (William Shakespeare)



Cuentos solidarios

CUENTOS SOLIDARIOS



EL GUSANITO TRIP

Érase una vez un gusanito viajero que se sentó a descansar a la orilla de un río y se quedó dormido.

Cuando despertó, se encontró rodeado de un montón de gusanos que le observaban.

-Buenos días, me llamo Trip –les dijo sonriente.

Entonces, uno de ellos le preguntó;

-¿De donde has salido? ¡Eres muy raro!

Trip sorprendido, respondió: - Vengo de una pradera muy lejana, y no se por que me encuentras raro.

Y el gusano dijo a Trip:

-Tienes manchas de colores en la piel, y los gusanos son verdes, eso no es normal.

Trip se rió mucho y exclamó: -los gusanos pueden ser de colores muy distintos. Donde yo vivo todos son como yo.

Los gusanos le dijeron también que no era fácil entenderle y que hablaba como si cantara.

Trip les explicó que había gusanos con voces muy distintas: suaves, fuertes, alegres…

Pero los gusanos seguían protestando y no querían a Trip.

Entonces, Gusi, un pequeño y esmirriado gusanito del que todos se reían, le preguntó:

-¿Te gustaría venir a mi casa? Quiero ser tu amigo.

Trip fue hasta su casa, que era un agujero en el tronco de un ceibo, y allí hablaron horas y horas y los dos se sentían contentos.

Cuando se hizo de noche, las manchas de Trip empezaron a brillar en la oscuridad.

-¡Vaya eres realmente especial! Le dijo su amigo Gusi sonriendo.

- Sólo soy diferente, eso es todo, respondió Trip.

Nadie hablaba con Trip, y él se sentía muy triste.

Pero un día un gusanito se perdió en el bosque al atardecer, cuando ya apenas se veía nada.

Los gusanos importantes se reunieron para pensar de qué forma podrían salvar al gusanito.

Entonces, vieron que una luz se acercaba corriendo hasta ellos. Era Trip que venía a ofrecerse para buscar al pequeño gusano.

Pensaron en lo mal que se habían portado con él y sintieron vergüenza. Pero Trip les guió con su luz, sin rencor a través del bosque.

Por fin encontraron al gusanito y se pusieron muy contentos a cantar y bailar.

¡Y todo fue gracias a las manchas de colores de Trip, que tan raras les habían parecido al principio!



EL LEÓN Y EL RATÓN

Como cada tarde, el león duerme la siesta. No soporta que nadie le moleste mientras lo hace. Pero hoy, un ratón travieso se le pasea por encima de la barriga. El león se despierta:


- Grrrr... ¿ Quién osa despertarme?- ruge el león


- Oh, perdona, rey de la selva, yo...- contesta el ratón


- ¿ Acaso no sabes que cuando me despiertan tengo un hambre terrible?- amenaza el león. Soy capaz de comerme lo primero que se me ponga por delante.


- No me comas, por favor. No quería molestarte. Déjame ir. Quizá algún día pueda seré útil- dice el ratón asustado.


- ¿ Tú?. No hay nadie más fuerte que yo. ¿ Cómo va a ayudarme alguien tan pequeño como tú?. Anda, vete y no me molestes más.


- Pasados unos días, el león sale de caza para pasar el rato. Ve una cebra y la persigue. Pero, de repente, cae dentro de una trampa de la que no puede salir.


- ¡ Qué tonto he sido! ¿ He caído en la trampa de un cazador!


- ¿El cazador cazado? – dice una voz aguda desde fuera.


- ¿ Quién es?- dice el león


- Soy el ratón ¿ Quieres que te ayude?


- ¿ Y cómo me puedes ayudar a salir de aquí?


- Puedo roer las cuerdas y liberarte- contesta el ratón


Y dicho y hecho. El ratón empieza a roer las cuerdas que atrapan al rey de la selva hasta que consigue liberarlo.


- ¿ Ya está! ¿ Eres libre!- dice el ratón


El rey de la selva sale de la red y da las gracias a su compañero.


- Ahora sé que no soy tan fuerte como pensaba. Me has salvado utilizando tan sólo tus pequeños dientes. ¡ Gracias amigo!


UNA HISTORIA PARA PENSAR

Una señora toma un tazón y le pide al camarero que se lo llene de caldo. A continuación se sienta en una de las muchas mesas del local.


Pero apenas sentada se da cuenta de que ha olvidado el pan. Entonces se levanta, se dirige a recoger un trozo de pan para comerlo y vuelve a su sitio.


¡Sorpresa! Delante del tazón de caldo se encuentra sin inmutarse un hombre de color, un negro, que está comiendo tranquilamente.


¡Esto es el colmo! - piensa la señora - ¡pero no me dejaré robar! Dicho y hecho. Se sienta al lado del negro y parte el pan en pedazos. Los mete en el tazón que está delante del negro y coloca la cuchara en el recipiente.


El negro, complaciente, sonríe. Toman una cucharada cada uno hasta terminar la sopa. Todo en silencio.


Terminada la sopa, el hombre se levanta, se acerca a la barra y vuelve después con un abundante plato de espaguetis y .... dos tenedores. Comen los dos del mismo plato, en silencio, turnándose.


Al final se va el negro: ¡Hasta la vista!, se despide, reflejando una sonrisa en sus ojos. Parece satisfecho por haber realizado una buena acción. Se aleja.


La mujer le sigue con la mirada. Una vez vencido su estupor, busca con la mano el bolso que había colgado en el respaldo de la silla. Pero el bolso ha desaparecido.


Entonces .... aquel negro ..... Iba a gritar ¡al ladrón! cuando, ojeando a su alrededor, ve su bolso colgado de una silla dos mesas más atrás de donde estaba ella, y sobre la mesa, una bandeja con un tazón de caldo ya frío.

Revista CERCANÍAS 3

Albacete - Jatun Sunqu


CUENTO SOLIDARIO



Dime cuánto pesa un copo de nieve -, preguntó un colibrí a una paloma.


- Nada -, fue la respuesta.


- Si es así, he de contarte una historia -, dijo el colibrí.


"Me posé en la rama de un pino, cerca de su tronco. Empezaba a nevar, no era nieve de una gran tempestad, era como un sueño sin ninguna herida ni violencia. Como no tenía nada que hacer empecé a contar los copos mientras caían sobre las ramas de mi tronco. El número exacto fue 1.141.952. Cuando cayó el siguiente copo (sin peso, como tú dices) la rama se rompió."


Dicho esto, el colibrí levantó el vuelo.


La paloma, una autoridad en la materia desde los tiempos de Noé, se paró a reflexionar y, pasados unos minutos, se dijo:


- Quizá sea sólo necesaria la colaboración de una persona más para que la solidaridad se abra camino en el mundo.


Kurt Kaufer - Jatun Sunqu



HISTORIA  SOLIDARIA



El invierno es un viejito que tiene una barba blanca, llena de escarcha que le cuelga hasta el suelo. Donde camina deja un rastro de hielo que va tapando todo. A veces trae más frío que de costumbre, como cuando sucedió esta historia:


Hacía tanto, pero tanto frío, que los árboles parecían arbolitos de Navidad adornados con algodón. En uno de esos árboles vivían los Ardilla con sus cinco hijitos. Papá y mamá habían juntado muchas ramitas suaves, plumas y hojas para armar un nido calientito para sus bebés, que nacerían en invierno. Además, habían guardado tanta comida que podían pasar la temporada de frío como a ellos les gustaba: durmiendo abrazaditos hasta que llegara la primavera. Un día, la nieve caía en suaves copos que parecían maripositas blancas danzando a la vez que se amontonaban sobre las ramas de los árboles y sobre el piso, y todo el bosque parecía un gran cucurucho de helado de crema en medio del silencio y la paz. ¡Brrrmmm!






Y entonces, un horrible ruido despertó a los que hibernaban: ¡una máquina inmensa avanzaba destrozando las plantas, volteando los árboles y dejando sin casa y sin abrigo a los animalitos que despertaban aterrados y corrían hacia cualquier lado, tratando de salvar a sus hijitos! Papá Ardilla abrió la puerta de su nido y vio el terror de sus vecinos. No quería que sus hijitos se asustaran, así que volvió a cerrar y se puso a roncar. Sus ronquidos eran más fuertes que el tronar de la máquina y sus bebés no despertaron.






Mamá Ardilla le preguntó, preocupada: "¿qué pasa afuera?" "NO te aflijas y sigue durmiendo, que nuestro árbol es el más grande y fuerte del bosque y no nos va a pasar nada".


Pero Mamá Ardilla no podía quedarse tranquila sabiendo que sus vecinos tenían dificultades. Insistió: "Debemos ayudar a nuestros amigos: tenemos espacio y comida para compartir con los que más lo necesiten. ¿Para qué vamos a guardar tanto, mientras ellos pierden a sus familias por no tener nada?" Papá Ardilla dejó de roncar; miró a sus hijitos durmiendo calientitos y gordos y a Mamá Ardilla. Se paró en su cama de hojas y le dio un beso grande en la nariz a la dulce Mamá Ardilla y ¡corrió a ayudar a sus vecinos! En un ratito, el inmenso roble del bosque estaba lleno de animalitos que se refugiaron felices en él. El calor de todos hizo que se derritiera la nieve acumulada sobre las ramas y se llenara de flores. ¡Parecía que había llegado la primavera en medio del invierno! Los pajaritos cantaron felices: ahora tenían dónde guardar a sus pichoncitos, protegidos de la nieve y del frío.






Así, gracias a la ayuda de los Ardilla se salvaron todas las familias de sus vecinos y vivieron contentos. Durmieron todos abrazaditos hasta que llegara en serio la primavera, el aire estuviera calientito, y hubiera comida y agua en abundancia.
Cuento de Teresa del Valle Drube, Argentina.